La economía alemana, apodada la locomotora europea, sigue sin arrancar. A pesar de repetidos llamados al optimismo desde principios de año, Alemania no logra recuperarse tras un prolongado invierno marcado por el COVID-19, la crisis energética tras el fin del gas ruso barato, y las subidas en las tasas de interés. El crecimiento económico alemán permanece estancado, con escasas señales de mejoría cíclica y crecientes problemas estructurales, como la disminución del comercio mundial y la pérdida de China como un comprador clave. Aunque se espera un cambio en el ciclo, la recuperación aún parece lejana, reflejando un renovado pesimismo empresarial.
Expectativas en su nivel más bajo.
Las expectativas empresariales en Alemania cayeron nuevamente en agosto, alcanzando su nivel más bajo desde febrero, lo que evidencia el regreso del pesimismo tras el estancamiento de la recuperación a principios de año. El indicador de expectativas del renombrado Instituto Ifo de Múnich descendió a 86.8 en agosto, desde los 87 puntos revisados del mes anterior, y también bajó el barómetro de la situación actual. Según Clemens Fuest, presidente del Ifo, “la economía alemana está cada vez más en crisis”, destacando que las expectativas empeoraron tanto en el sector manufacturero como en el de servicios.
El optimismo sobre una recuperación económica en Alemania para 2024 se ha desvanecido, ya que el esperado aumento en el gasto de los consumidores no se materializó y el sector industrial sigue enfrentando dificultades. El PIB disminuyó un 0,1% en el segundo trimestre y el PMI compuesto de S&P permaneció en territorio de contracción en agosto. La confianza de los inversores, medida por el índice ZEW, cayó a su nivel más bajo desde enero, reflejando un ambiente sombrío. El Bundesbank advirtió sobre la continua debilidad del sector manufacturero, y expertos como Carsten Brzeski de ING señalan un “estancamiento interminable” en la economía alemana.
La economía alemana ha vuelto a ser el rezagado de la eurozona, sin señales claras de mejora. Según el economista Carsten Brzeski, el optimismo que prevaleció a principios de año ha desaparecido debido a una economía global debilitada, temores de un enfriamiento en Estados Unidos, tensiones geopolíticas y la incertidumbre política interna. Además, el aumento de insolvencias y las reestructuraciones de empleo amenazan el mercado laboral, que ha sido un pilar económico. Ralph Solveen de Commerzbank señala que los problemas estructurales y el ajuste a los altos tipos de interés están frenando la recuperación, lo que sugiere que la economía alemana apenas crecerá en la segunda mitad del año y podría estancarse. Para 2025, se espera un crecimiento mínimo del 0,5%.
El “enfermo de Europa”.
Desde el inicio de la pandemia hace más de cuatro años, la economía alemana ha crecido solo un 0,3%, un rendimiento pobre incluso en comparación con el modesto crecimiento del 4,7% del resto de la Eurozona (excluyendo los datos irlandeses). Esta continua debilidad ha generado preocupaciones de que Alemania pueda estar volviendo a su antiguo papel de “enfermo de Europa”, un término utilizado en la década de 2000 durante los desafíos económicos de la reunificación, según Samuel Adams, analista de UBS.
Adams señala que la economía alemana ha enfrentado varias perturbaciones en los últimos años. La pandemia en 2020 llevó a los hogares a cambiar su consumo de servicios a bienes, un área donde Alemania suele ser fuerte debido a su enfoque en la manufactura y el comercio. Sin embargo, la ruptura de las cadenas de suministro globales dificultó convertir ese aumento en pedidos en producción efectiva.
Los desafíos económicos de la pandemia se intensificaron en Alemania debido a la crisis energética y la alta inflación provocadas por la invasión rusa de Ucrania, situaciones a las que el país estaba particularmente expuesto por su dependencia de la industria y del gas natural ruso. Además, el aumento de las tasas de interés en respuesta a la inflación afectó gravemente al sector inmobiliario, lo que contribuyó al desplome de la economía alemana, según un estratega del banco suizo.
Aunque la caída de Alemania se suele atribuir a la debilidad de su sector industrial, que aún no ha recuperado los niveles prepandémicos y ha mostrado una tendencia a la baja desde 2018, Samuel Adams señala que esta visión pasa por alto que Alemania sigue siendo, en gran medida, una economía basada en los servicios.
La débil actividad en el sector de servicios de Alemania ha frenado su crecimiento, con un aumento del 1,7% frente al 6,8% en la Eurozona. A pesar del panorama sombrío, algunos expertos ven posibles señales de recuperación en la segunda mitad del año, impulsadas por un aumento en los salarios reales y una mejora en la producción industrial.
Fuente: El Economista.